Llegó al bar, y pidió la primera cerveza, mas por costumbre que por ganas, y se sentó a esperar, mirando a la puerta, un día mas. Era su rutina. Sabía que podría y debería hacer algo, que no era lógico a su edad pasarse las horas encerrado en esos sucios bares, pero no le quedaban ánimos ni fuerzas para hacer nada más.
Pasó largo rato allí, sin apurar su bebida, pues el cuerpo no quería aceptar mas líquido dentro de si. Aguantó a algunas personas necesitadas de conversación, aunque finiquito estas de forma rápida. Tenía suficiente con su maldita cabeza, como para atender a la de los demás. Se preguntaba continuamente si sería verdad que los problemas se llevaban mejor con ayuda, pero rápidamente desechaba la idea, no le apetecía dar explicaciones a nadie. Solo quería escuchar la música.
Algunas horas mas tarde, y habiendo olvidado las nauseas que le daban la cerveza, y por lo tanto habiendo bebido unas cuantas mas, salió a pasear, ya que el calor se había vuelto insoportable. Las calles eran mas frescas, no eran precisamente acogedoras, pero eso nunca le había importado. Caminó sin prisa, sin rumbo, pues tampoco tenía destino fijo, solo ser capaz de respirar al día siguiente.
Pensaba en esa mujer, a la que podía ver, tocar, pero nunca podría hablarle como el quiso. Ya lo había dicho una vez, era un especialista en jugar mal sus cartas, y esta noche no era diferente. Si no estuviera tan descentrado como siempre, probablemente habría encontrado una agradable compañía para esa noche, pero cegado era la palabra para describirle en aquel momento, y nada le haría entrar en razón.
Adiós, adiós, adiós..., sonaba una y otra vez en su mente.
¡COMO ODIABA ESAS PALABRAS!