Parecía un día normal, hasta que vio a esa chica. Desde ese momento, y en los días posteriores, algo extraño se movía en su interior. Era extraño, y solo ayudo a que su obsesión por aquella extraña muchacha creciera.
Así que volvió cada día al lugar donde se cruzaron hasta que la encontró de nuevo, y estuvo todo el día persiguiéndola, hasta averiguar su dirección.
Durante los siguientes días estuvo pensando en algo romántico, pero no se le ocurría, y su trabajo de verdugo en la perrera no ayudaba mucho. Pero al final tuvo una iluminación. Hamster.
Fue a la tienda, compró un hamster, lo metió en un sobre, y lo echó al buzón. Estaba ilusionado, el pobre pequeño bastardo. Pensaba que con esto enamoraría a aquella chica.
Por supuesto el hamster llegó muerto y ligeramente putrefacto por un retraso del servicio de correos. La pobre muchacha, que se llamaba Herminia, creyó que se trataba de una amenaza, pues el remitente vivía en el barrio Italiano, de modo que se mudo muy lejos. Muy, muy lejos.
Pero no es un final triste para nuestro protagonista, aunque pueda parecer lo contrario. Pues todo fue una falsa alarma, en realidad el no estaba enamorado, lo que sentía en su estómago era una "tenia solitaria", que se extrajo sin más problema pasando tres días en ayunas, poniendo un filete en la mesa, y pasando unas cuantas horas frente al suculento trozo de carne con la boca abierta. El asqueroso bicho asomó la cabeza y la extrajeron.