viernes, 21 de enero de 2011

CARALLO


Se despertó y vio el sol a través de la ventana. Eran la una y media del medio día, así que decidió salir al balcón a tomar un poco de aire, pero no pudo más que volverse corriendo y cerrar la puerta como pudo tras de sí.

¡QUE FRÍO CARALLO!

Había olvidado que en aquel lugar donde se veía encerrado hacía frío fuese la hora que fuese. Un frío infernal, que te calaba hasta lo mas profundo del tuétano de tus huesos, y que no desaparecía a lo largo del día. Y es que para algo la temperatura máxima estaba situada en 2ºC.

Salías a la calle, y te dolía hasta respirar, y al cruzar el río por la pasarela, la corriente hacía que la sensación fuese peor aún, obligándote casi a correr para llegar al otro lado.

Pero eso si, la resaca te la curaba de una sola ostia.

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