jueves, 7 de julio de 2011

Jamás tortures a los avestruces.


Parecía un hombre normal, iba a trabajar, se duchaba todos los días, mantenía su casa en buen estado..., pero tenía una oscura afición. Él..., él..., leía..., ¡LEÍA LOS ARTÍCULOS DE LAS REVISTAS PORNO!

Esto era algo que definitívamente no tardaría mucho en salir a la luz. Era algo tan sucio que no se podía esconder eternamente.

A lo largo de los años, este hombre había adquirido unos conocimientos sobrenaturales en el campo de la pesca, y esto es lo que acabaría por delatarle. Cierto día, en el trabajo, durante el descanso para el almuerzo, mientras veían el noticiario, apareció en la pantalla un reportaje sobre la apertura de los cotos de pesca, y en ese momento, dijo algo tan sabio a la par que horrible que impidió a sus "compañeros/amigos" seguir ignorando lo evidente.

Irrumpieron en su casa casi por la fuerza, y allí lo encontraron, torres de revistas para adultos con las páginas dedicadas a artículos claramente mas desgastadas.

Lo llevaron a comisaría, y de allí a la cárcel psiquiátrica, donde intentaron reintegrarle usando los más modernos métodos, sin éxito. Siempre que caía en su mano uno de esos pecados de imprenta, no hacía más que leer los artículos.

Finalmente moriría solo, encerrado, y sin sus artículos. Y esta historia nos enseña algo, y es que si quieres leer, ¡NO COMPRES PORNO GILIPOLLAS!

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