martes, 4 de octubre de 2011

Si aún no han encendido el sol.



A las 6 de la mañana sonó la alarma, y juró hasta en hebreo, idioma que evidéntemente no conocía, y aún con los ojos cerrados se levantó y se calzó sus desgastadas botas de cuero. Empezó a buscar torpemente algo que comer, pero solo tenía cecina y tortas de maíz, de modo que, no sin refunfuñar un rato más para si mismo, se lo echó a la boca y se dispuso a ensillar su caballo, el cual también se hallaba profundamente dormido. Ningún animal está programado para empezar a trabajar antes de que amanezca, excepto, evidentemente, los nocturnos, que se aprovechan de este modo de la debilidad nocturna del resto de seres vivientes. El reloj biológico nos dicta que nos levantemos de día, porque, de noche, salta a la vista que no se ve.

Al poco rato (y seguía siendo de noche) ya estaba cabalgando por los desolados páramos del oeste americano, casi a oscuras, y entonces se dio cuenta de que era estúpido que la alarma le hubiera despertado, puesto que el despertador aún no había sido inventado, pero como seguía teniendo sueño dejó esos pensamientos tan profundos al considerar conveniente aparcar el tema para más tarde.

No hay comentarios:

Publicar un comentario